El presidente de la Comisión Interventora del Sistema Penitenciario de Honduras, Ramiro Muñoz, desmintió que el estadounidense Gilbert Reyes, acusado del crimen de tres mujeres en Roatán, Islas de la Bahía, haya sufrido golpes por parte de agentes en la cárcel de Támara.
Según el coronel Muñoz, el verdadero problema con Reyes radica en su rechazo a la comida hondureña.
«Tanto se han preocupado por una persona de nacionalidad estadounidense; él no tiene ningún problema de salud, no tiene golpes, ni problemas psicológicos. El único problema que se detectó es que no le gusta la comida hondureña«, aseguró Muñoz, refiriéndose a Reyes.
El funcionario aclaró que no cumplirá con las demandas de Reyes de ofrecerle un tipo de alimentación diferente a la de los demás privados de libertad.
Reyes denunció haber sido víctima de una brutal golpiza por parte de agentes penitenciarios, lo que, según su versión, lo hace orinar sangre.
El estadounidense se encuentra en la Penitenciaría Nacional Marco Aurelio Soto, en la aldea de Támara, a unos 20 kilómetros de Tegucigalpa, desde julio pasado, tras su extradición desde República Dominicana, donde fue detenido en marzo.
Reyes tenía una alerta roja internacional por el asesinato de tres mujeres en enero de este año en Roatán.
Las víctimas fueron Dionie Beatriz Solórzano, de 25 años, su expareja; María Antonia Cruz (26) y Nikendra McCoy (27), amigas de Solórzano.
La audiencia preliminar de Reyes está programada para el 23 de enero de 2025.
Otras denuncias de agresión
Además de Reyes, otros privados de libertad, como el exfutbolista Óscar «El Pescado» Bonilla, José Miguel Handal, el extraditable José Rafael Sosa Méndez, y el exadministrador de la pandilla 18, Jesús Valmaña Cruz, han denunciado haber sido golpeados en Támara.
Ante estas denuncias, Ramiro Muñoz, quien también es director de la Policía Militar de Orden Público (PMOP), defendió el uso de los métodos legales por parte de los agentes penitenciarios para restaurar el orden en la celda de segregación donde se encuentran estos reos.
Según Muñoz, los reos rompieron los candados de la celda y se salieron, lo que obligó a los policías a actuar siguiendo el procedimiento establecido en los centros penitenciarios.
Para restablecer el orden, los agentes lanzaron gas lacrimógeno, pero según Muñoz, como los reos no volvían a su recinto, los agente penitenciarios y los policías militares usaron sus toletes.